MARIO MAGDALENA MIGUEL. COFRADÍA DEL SILENCIO
90 años se cumplieron en 2020, de que unos ilustres mirobrigenses fundasen la Cofradía del Silencio, Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración basándose en su homónima zamorana, hoy en día hermanadas ambas cofradías. Entre ellos se encontraba mi bisabuelo, ya lejano para mí, pero me queda ese orgullo. Y si es lejano para mí imagínense para mis hijos. Su tatarabuelo. Les provoca más risa el sustantivo en sí, que tratar de pensar en que algo de ellos existe en la cofradía desde el día de su fundación.

Fuente de la fotografía: https://cofradiadelsilenciocr.com
Son pequeños aún, pero a pesar de su corta edad y gracias a pertenecer a la cofradía desde prácticamente su nacimiento, ya han vivido varias etapas dentro de la misma. Empezaron procesionando de la mano de su madre cuando a penas eran capaces de recorrer un kilómetro. Fueron creciendo, Álvaro portó los Cojines varios años, yo juraría que tres al igual que su hermana Vega. Él lo tiene clarísimo:
– ¡3 años papá!, ¿Cómo puedes olvidarte de eso? Y en mi último año coincidí con Vega. Y los do s llevábamos los cojines, yo los Clavos y Vega las Tenazas, ¿pero no te acuerdas? y nos dirigía Óscar, el hijo de José. ¡Y el viernes cuando termina la procesión nos daban una bolsa de chuches!
Con solo 10 y 8 años de vida recuerdan detalle a detalle todo lo que envuelve a su Cofradía, a sus procesiones y a la Semana Santa Mirobrigense.
– ¡El próximo año ya procesiono con capirote papá! ¡Ya no llevo capucha!
Son todo emociones constantes para ellos. Desde nuestro lugar de residencia habitual, Galapagar, semanas antes de que llegue el tiempo de Semana Santa comienzan a enfocar la festividad relacionándola con sus procesiones del Silencio. Lo comentan con compañeros del colegio, que desde la distancia no logran entender qué es ser cofrade en el Silencio de Ciudad Rodrigo. Han llegado hasta a exponer trabajos con fotografías par explicar a sus compañeros de qué forma viven la Semana Santa. Para ellos es algo muy intenso, y más aún cuando se acercan las fechas de sus procesiones.
PROCESIÓN DEL JUEVES SANTO
– ¡Vamos papá que llegamos tarde!
– Son las 10, queda una hora… aún vamos bien.
– Nosotros queremos llegar los primeros para ver cómo se viste la gente, y cómo visten al caballo, y entrar a ver el Cristo antes de que lo saquen…

Fuente de la fotografía: https://cofradiadelsilenciocr.com
Más de un año hemos sido de los primero sen llegar y como es lógico, hasta el momento de comenzar la procesión todo es nerviosismo y estrés. Para que las túnicas estén bien puetas. El cíngulo y denario en su lado correcto. Mechero para poder encender las velas de los faroles, con los que apenas pueden de momento. Capirotes y capuchas preparadas. Todo correcto. No se deja nada para la improvisación. Juramento que cumplirán a rajatabla. Comienza la procesión.
Disfrutan de cada segundo del recorrido. Buscan el Cristo con su mirada, huelen el incienso y siguen el ritmo de los timbales y esquilas. Al terminar la procesión, tras el Padre Nuestro, se levantan las capuchas y capirotes. Y esas caras… les aseguro que son difíciles de describir. ¡Han visto realizado su sueño de finalizar la procesión un año más! Y no lo olvidan. Ni lo olvidarán durante el transcurso del año hasta que llegue una nueva Semana Santa que esperan con ansiedad. Que hasta en agosto te preguntan que cuánto falta para volver a procesionar con su cofradía.
De este agua es de la que hemos de beber ahora mismo y en todos los años que nos quedan por delante para que cada vez sean más los niños y niñas en nuestras cofradías. Y que crezcan ellos, y que crezcan las cofradías, y que crezca la Semana Santa de Ciudad Rodrigo. Y que dentro de otros 90 años sean nuestros biznietos los que estén contando todo esto. Porque si mi bisabuelo y sus compañeros que fundaron esta cofradía nos están viendo, que seguro que es así, estarán orgullosísimos de todos nosotros, y muy tranquilos pensando que nuestro Cristo, el Santísimo Cristo de la Expiración de la Cofradía del Silencio cuenta con los mejores escoltas jamás soñados.